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Cuentos y leyendas de Tupiza La aparecida del Colegio Suipacha

La aparecida del Colegio Suipacha

Era el primer año de servicio del profesor Sócrates Chiri Liendo, en realidad, los primeros meses de trabajo en la docencia. Los maestros de Tupiza habían acordado celebrar el día del maestro con una reunión de camaradería en una de las aulas del Colegio Nacional “Suipacha”. Ese día, el profesor Sócrates, tenía planificado asistir a la hora indicada, pero a raíz de un imprevisto, le tocó llegar una hora después. Su ingreso a la Sala fue recibida con aplausos y silbidos por sus colegas, era señal de amistad y de retraso, se incorporó al grupo, se hizo el brindis de rigor, aún había silencio en la sala, la fiesta, la música, tardaba en organizarse. En ese momento decidió ir al baño, la luz de la oración aún permitía desplazarse sin dificultad, caminó por el resto del corredor, giró hacia su derecha y se encaminó hacia los baños de alumnos, cumplido su objetivo, retornaba a la sala, cuando de pronto vio que una joven pasaba muy cerca suyo, no le dio mayor importancia, incluso, pensó que se trataba de una alumna rezagada. La muchacha caminó unos posos más y se detuvo, dio la vuelta, mirándole fijamente, le hizo un ademán con una de sus manos, indicándole que la siga, perplejo, pensó que se trataba de mucho descaro y falta de respeto a un profesor. Ante la insistencia, caminó unos pasos, se detuvo, trató de enfocarla con su linterna, pero no le respondió la linterna, no prendía, intentó activarla en reiteradas veces pero fue en vano. Colocó la linterna en su bolsillo trasero derecho. Caminó otros pasos, sin dejar de mirarla, sus ojos se quedaron fijos en la muchacha, estaba como hipnotizado. Una mano fría, pesada se posó en su hombro derecho, el impacto fue lento pero eficaz, el profesor Sócrates salió de su estado de perplejidad. Pudo escuchar risas y voces de sus colegas, vuelto a la realidad, atinó a mirar a todos lados, reconoció a sus amigos, no dijo nada, volvió su mirada al frente, la muchacha aún seguía allí. Entonces pudo señalar lo que estaba viendo y balbucear la palabras, muchacha, chica, estudiante. El grupo se dio cuenta de lo que estaba sucediendo, pero ninguno de ellos alcanzó a ver nada. Una vez en la sala, los profesores en silencio escucharon el relato de lo sucedido. El profesor Sócrates había permanecido una hora en aquella oscuridad.

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